martes, 31 de mayo de 2011

1 capítulo picaresco.

Señor juez, le dirijo esta carta para demostrarle que el motivo por el que hice lo que hice es comprensible.
Yo, que no tengo mucho dinero ya que mis padres tampoco tienen mucho para darme, decidí sacar buenas notas en el instituto para no estar en la misma situación que ellos cuando fuera un poco mayor.
Estuve tres meses estudiando para los exámenes, pero al ver que era tan aburrido, decidí dejar de estudiar y aprobar por otros medios.
Estudié a distintos profesores para ver con cual hacía la prueba. Al final me decidí con el de matemáticas. Hablé con él hasta intuir su situación económica, que no era muy diferente a la mía y le soborné para que me diera las preguntas de los exámenes con el dinero que había ganado trabajando de camarera en un restaurante. El profesor inmediatamente me cogió del brazo y se dirigió al despacho del director para llamar a mis padres.
Mi madre llegó al instituto veinte minutos más tarde y, cuando mi profesor la puso al tanto de la situación y le dijo las consecuencias que eso tendría, ella intentó seducirle, también con dinero, para que lo dejara pasar. El profesor se puso furioso y puso al tanto al director y a todo el instituto, por o que mi madre quedó totalmente avergonzada y yo fui expulsada de allí.
Tardé un mes en reincorporarme a otro centro y otro mes más en volver a intentar sobornar a mi profesora de ciencias sociales con el mismo propósito que con mi profesor de matemáticas, con la diferencia de que ella si que aceptó el soborno.
En el examen saqué un diez y todos mis compañeros quisieron saber cómo lo había hecho, pero naturalmente, mentí.
Lo intenté con más docentes, pero ellos me pedían más dinero del que le había dado a la otra profesora, así que, como no tenía más opción, lo robé.
Pero al robarlo, me pasé un poco y los profesores enseguida sospecharon de mi cuando una madre comentó a uno que alguien había robado en su casa. Los profesores me hicieron confesar delante de la madre, la cual me denunció por allanamiento de morada y por robo.
Así que, señor juez, ahora que ya sabe los motivos de mi delito podrá juzgarme justamente, a mi solo me consuela el hecho de que, como yo confesé, todos los profesores que habían aceptado mi soborno fueron despedidos.

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